Con el Plan de Acción para las Finanzas Sostenibles, la Unión Europea ha emprendido un camino importante, pero las realidades de las finanzas éticas piden más.

El Plan de Acción para las Finanzas Sostenibles fue lanzado hace unos años por las instituciones europeas. Entraron en vigor las primeras regulaciones, en particular en lo que respecta a la parte ambiental del clásico acrónimo ESG. Y se ha puesto en marcha el trabajo sobre social y gobernanza. Una iniciativa más que bienvenida, también porque implícitamente reconoce los enormes impactos negativos que las finanzas tienen hoy en el medio ambiente y la sociedad en su conjunto, pero también el papel positivo que podría y debería jugar en la canalización de los recursos financieros hacia donde son más útiles y necesarios.

La Unión Europea tiene entre sus principales objetivos reorientar los flujos de capital privado, gestionar los riesgos derivados del cambio climático y promover objetivos a largo plazo. Todo esto a través de una clasificación de actividades sustentables (taxonomía); la introducción de estándares para bonos verdes; directrices sobre la publicación de información sobre impactos climáticos; y otros más en términos de información y transparencia en materia ambiental.

Entre los aspectos más importantes está, sin duda, la necesidad de establecer parámetros compartidos para establecer qué inversiones pueden definirse como sostenibles. Un avance fundamental frente a la situación actual, en la que, por el contrario, cada banco o gestora puede declararse “sostenible” utilizando criterios arbitrarios.

Un plan ambicioso, por tanto, que sin embargo de momento presenta varios aspectos críticos. O al menos varios puntos sobre los que las instituciones europeas tendrán que prestar la máxima atención, si quieren alcanzar los objetivos antes mencionados. En particular, el enfoque actual se muestra en muchos aspectos alejado de los principios que siempre han guiado la actuación de la banca ética y alternativa, adheridos a FEBEA.

Las principales diferencias entre finanzas éticas y finanzas sostenibles

La primera diferencia se refiere a los principios mismos que guían la actividad financiera. El camino europeo no pone en entredicho la maximización del beneficio como único objetivo. Por lo tanto, la sostenibilidad corre el riesgo de convertirse en un mero factor competitivo, si no en un factor de marketing. Las finanzas éticas anulan este enfoque. Persigue beneficios económicos, pero porque son funcionales al objetivo subyacente que es maximizar los beneficios para la sociedad y el planeta.

Las definiciones de finanzas sostenibles no se refieren a los que probablemente sean los peores impactos del sistema financiero: inestabilidad, crisis, objetivos a muy corto plazo, uso sin escrúpulos de paraísos fiscales e instrumentos especulativos.

Las finanzas éticas no se pueden hacer en un solo producto

Actualmente, la Unión Europea se centra casi exclusivamente en el producto financiero único. Así muchos bancos o gestoras podrían “poner en el anaquel” algunos productos para responder a una demanda del mercado o limpiar su imagen. Mientras que el resto de actividades siguen teniendo impactos fuertemente negativos. Las finanzas éticas se basan en la coherencia de todas las actividades.

La discusión anterior también se refiere al comportamiento del administrador en su conjunto. De momento, la legislación europea no impone nada en cuanto a su gobernanza. Por el contrario, las finanzas éticas se basan en modelos totalmente transparentes, favoreciendo la participación de accionistas y clientes, poniendo límites estrictos a la relación entre salario máximo y mínimo.

La sostenibilidad no puede ser solo ambiental

Como se mencionó, la UE comenzó con el componente ambiental, mientras que los caminos en materia social y de gobernanza aún están en sus inicios. Esta elección puede ser comprensible, tanto por la urgencia de actuar de inmediato como por la relativa mayor sencillez de informar. Sin embargo, la sustentabilidad debe entenderse en 360°.

También quedan fuertes dudas en el lado ambiental. En primer lugar, por los lobbies que intentan debilitar los criterios taxonómicos para incluir actividades como la nuclear, el gas o la explotación de bosques entre las que se consideran sostenibles. Por el contrario, estamos convencidos de que se necesitan criterios estrictos y rigurosos.

El que acabamos de mencionar es solo otro ejemplo del cabildeo muy fuerte del mundo financiero para influir en las reglas en su propio beneficio.

Las finanzas éticas, por su parte, se sitúan en primera línea para pedir un sistema de reglas no en beneficio propio, sino de la comunidad en su conjunto. Del impuesto a las transacciones financieras a la separación entre bancos comerciales, de inversión y otros.

Las finanzas éticas tienen el objetivo de transformar el sistema económico y financiero

Las finanzas éticas se marcan como objetivo una transformación del sistema económico y financiero. Un ejemplo de ello es la actividad accionarial crítica para cambiar el comportamiento de las grandes empresas. Así como la participación en redes y campañas por la justicia social y ambiental.

Por último, pero no menos importante, la Iniciativa de Finanzas Sostenibles de la Unión Europea es un importante paso adelante en el cambio de los flujos financieros hacia actividades con un impacto positivo en el medio ambiente. Dicho esto, un reglamento técnico no puede cosechar la riqueza del camino emprendido durante décadas por las finanzas éticas en Italia en el mundo.

Queremos participar en el camino de las finanzas sostenibles e intentar en la medida de lo posible influir en él para fortalecer su visión y sus definiciones. Al mismo tiempo, queremos aclarar cómo las finanzas éticas son otra cosa. Un conjunto de personas, relaciones, visiones y principios que guían todas nuestras actividades. Es este camino el que deben emprender hoy las finanzas para avanzar hacia la sostenibilidad real y transformarse. Ya sea que piense en el clima o en los impactos sociales, de uno de los principales problemas a una parte de la solución.